Rodry. D
Dejame que te lo diga de una y sin dar vueltas: estoy cansado de que cada vez más canciones hablen de los bueno que está fumarse un porro, cada vez estoy más cansado de los pibes que tienen una mochila con una hoja de mariguana serigrafiada, cada día estoy más cansado –qué digo cansado… ¡harto!– de ver revistas dedicadas a la cultura cannabis que parecen hechas para daltónicos porque tienen combinaciones de colores imposible.
Yo sé que estás pensando: este tipo ahora sale con el verso de que la droga es mala, te come el cerebro y bla, bla, bla. Pero olvidate, eso no te lo digo porque estoy seguro que ya lo sabés.
Mirá, lo que realmente me molesta de todo esto es la falta de originalidad. Es decir, cantarle a la droga ya está pasado de moda, ¿no? Porque digamos la verdad: se viene haciendo desde hace más de cuarenta años.
Entonces, cuando ves a un pibe con la remera de la plantita esta –cuya hoja, debo reconocer, es terriblemente simpática–, si sabés un poco de historia –y no te hablo de San Martín cruzando los Andes y todo eso, sino de Jimy Hendrix tocado el himno nacional con la guitarra eléctrica– te das cuenta de que el chiquito este que se cree terriblemente original es en realidad, terriblemente ignorante.
Mirá, si la tuca te come la voz, lo extrañás a fasolita y sabés lo duro que es recuperarte del temblor, lo que yo te pregunto es: ¿realmente tiene sentido que le escribas una canción a un porro? Porque, llegado el caso, también podrías escribirle a la aspirina, a tus calzoncillos –boxer o de los otros– o al perro rengo que tiene tu abuela, porque francamente si vamos a elegir, tengo un par de ideas bastante estúpidas.
Así qué, ¿a qué le vas a escribir una canción? ¿Qué imagen vas a poner en tu remera? Porque cuando te sumás a la cultura cannabis, estás diciendo que lo más importante en tu vida es fumarte un porro, y, entre nosotros… ¿no te parece muy poco perdedor dedicarle tanto tiempo a algo que te puede dar tan poco?
Porque es muy gracioso poner una hoja de mariguana en la portada de un disco, pero también es gritar a los cuatro vientos la poca cosa que sos en el fondo, ¿no?
Y, claro, la droga por ahí no te mata, pero lo que es seguro es que te hace un poco más estúpido, lo suficiente como para que dediques tu vida a algo tan vulgar como una hoja de mariguana.
Yo sé que estás pensando: este tipo ahora sale con el verso de que la droga es mala, te come el cerebro y bla, bla, bla. Pero olvidate, eso no te lo digo porque estoy seguro que ya lo sabés.
Mirá, lo que realmente me molesta de todo esto es la falta de originalidad. Es decir, cantarle a la droga ya está pasado de moda, ¿no? Porque digamos la verdad: se viene haciendo desde hace más de cuarenta años.
Entonces, cuando ves a un pibe con la remera de la plantita esta –cuya hoja, debo reconocer, es terriblemente simpática–, si sabés un poco de historia –y no te hablo de San Martín cruzando los Andes y todo eso, sino de Jimy Hendrix tocado el himno nacional con la guitarra eléctrica– te das cuenta de que el chiquito este que se cree terriblemente original es en realidad, terriblemente ignorante.
Mirá, si la tuca te come la voz, lo extrañás a fasolita y sabés lo duro que es recuperarte del temblor, lo que yo te pregunto es: ¿realmente tiene sentido que le escribas una canción a un porro? Porque, llegado el caso, también podrías escribirle a la aspirina, a tus calzoncillos –boxer o de los otros– o al perro rengo que tiene tu abuela, porque francamente si vamos a elegir, tengo un par de ideas bastante estúpidas.
Así qué, ¿a qué le vas a escribir una canción? ¿Qué imagen vas a poner en tu remera? Porque cuando te sumás a la cultura cannabis, estás diciendo que lo más importante en tu vida es fumarte un porro, y, entre nosotros… ¿no te parece muy poco perdedor dedicarle tanto tiempo a algo que te puede dar tan poco?
Porque es muy gracioso poner una hoja de mariguana en la portada de un disco, pero también es gritar a los cuatro vientos la poca cosa que sos en el fondo, ¿no?
Y, claro, la droga por ahí no te mata, pero lo que es seguro es que te hace un poco más estúpido, lo suficiente como para que dediques tu vida a algo tan vulgar como una hoja de mariguana.
Lo conocí hace un tiempo. Un tipo alto, de espaldas anchas como un colectivo, rasgos aindiados que ocultaba con el pelo desgreñado y siempre peinado con gel. Se definía a sí mismo como dark o gótico, la verdad es que no me acuerdo bien. Lo cierto es que se vestía de negro y usaba unos colgantes plateados de esos que parecen las cadenas que sostienen los tapones de los bidets.
Un día me dijo –y debo confesar que no le creí- que era él quien había pintado con aerosol la “a” de anarquía en la pared de la catedral de mi ciudad. También me dijo que era el responsable de haber quemado el cielorraso de su aula. Eso tampoco se lo creí, claro, aunque me costó un poco más convencerme de mi incredulidad, porque el sujeto en cuestión siempre manifestaba un odio profundo hacia la escuela y hacia cualquier tipo de institución.
Para él, la vida apestaba, cosa con la que solíamos coincidir, porque creo que efectivamente la vida de muchas personas apesta, aunque no se den cuenta.
Me volví a encontrar con mi amigo dark hace unas semanas en la peatonal de mi ciudad, posiblemente la más corta del mundo, porque sólo tiene una cuadra; a favor podría decir que es absolutamente peatonal, porque está todo el tiempo repleta de personas, casi una por cada centímetro cuadrado, si mi cálculo es acertado.
Bueno, como te decía: Me encontré con el dark, sólo que ya no era dark, ni gótico, ni siquiera un emo, ni vestía de negro, ni usaba la cadena del bidet. Ahora… bueno, no sé cómo decirlo, pero ahora es flogger.
Me costó reconocerlo, claro. Mientras escribo esto, no sé si recordarlo con las vestiduras negras de un monje o con los chupines multicolores.
A decir verdad, después de saludarlo e intercambiar el inevitable pero predecible qué cambiado estás, me fui pensando en lo convencido que estaba de ser dark cuando era dark, y en lo convencido de ser flogger que está ahora que es flogger.
¿Había habido un cambio en él? Exteriormente era bien notable, pero en su interior, ¿había sucedido lo mismo? Siempre creí que el pensamiento de un dark nada tendría que ver con el de un flogger, pero ya ves, mi amigo era un asombroso punto de intersección. Después de un rato –largo, porque siempre he sido una persona muy lenta–, me di cuenta de que, en realidad, mi pobre amigo no había cambiado en nada: Como antes, ahora tampoco sabe lo que quiere. Por eso se aferra con desesperación a una imagen y a una identidad prestada, porque no tiene una propia.
Rompiendo mi costumbre, seguí pensando durante un par de días. Durante ese tiempo, me crucé con un tipo de saco y corbata, un chico vestido como un rapper neoyorquino, un pibe con el flequillo cortado con el hacha de un verdugo medieval, un viejo con boina y olor a naftalina. Todos eran distintos, cada uno tenía una identidad diferente que se manifestaba en su forma de vestir. Pero tal vez, en su interior, no sé, fuesen todos iguales.
Pienso en Jesús. No sé exactamente cómo era físicamente, pero me lo imagino como todo el mundo: Pelo largo, cara angulosa, ojos mansos. Vemos, una persona como cualquier otra, pero que sin embargo era distinto. No se peinaba de determinada manera, ni se sentía de otra, ni usaba palabras extrañas. No, era más bien un tipo sencillo, que hablaba para que todos lo entiendan y parecía uno más.
Pero lo fantástico, lo realmente cautivante, es que en su interior Jesús era muy distinto a los demás. El sabía que era diferente de la manera más radical y definitiva, porque había elegido vivir de una manera distinta.
¿Buscás ser diferente? ¿Querés ser distinto? Te estoy hablando de un cambio radical, no sólo de tirar los jeans negros y cambiarlos por chupines fluor. Te estoy hablando de cambiar en serio. Te estoy hablando de acercarte a un rebelde con todas las letras, el único que fue distinto en serio.
Como me gusta decir: Probar no cuesta nada, y se puede ganar mucho. Es la apuesta perfecta.
¿Por qué no hacerla?
Ezequiel.
Un día me dijo –y debo confesar que no le creí- que era él quien había pintado con aerosol la “a” de anarquía en la pared de la catedral de mi ciudad. También me dijo que era el responsable de haber quemado el cielorraso de su aula. Eso tampoco se lo creí, claro, aunque me costó un poco más convencerme de mi incredulidad, porque el sujeto en cuestión siempre manifestaba un odio profundo hacia la escuela y hacia cualquier tipo de institución.
Para él, la vida apestaba, cosa con la que solíamos coincidir, porque creo que efectivamente la vida de muchas personas apesta, aunque no se den cuenta.
Me volví a encontrar con mi amigo dark hace unas semanas en la peatonal de mi ciudad, posiblemente la más corta del mundo, porque sólo tiene una cuadra; a favor podría decir que es absolutamente peatonal, porque está todo el tiempo repleta de personas, casi una por cada centímetro cuadrado, si mi cálculo es acertado.
Bueno, como te decía: Me encontré con el dark, sólo que ya no era dark, ni gótico, ni siquiera un emo, ni vestía de negro, ni usaba la cadena del bidet. Ahora… bueno, no sé cómo decirlo, pero ahora es flogger.
Me costó reconocerlo, claro. Mientras escribo esto, no sé si recordarlo con las vestiduras negras de un monje o con los chupines multicolores.
A decir verdad, después de saludarlo e intercambiar el inevitable pero predecible qué cambiado estás, me fui pensando en lo convencido que estaba de ser dark cuando era dark, y en lo convencido de ser flogger que está ahora que es flogger.
¿Había habido un cambio en él? Exteriormente era bien notable, pero en su interior, ¿había sucedido lo mismo? Siempre creí que el pensamiento de un dark nada tendría que ver con el de un flogger, pero ya ves, mi amigo era un asombroso punto de intersección. Después de un rato –largo, porque siempre he sido una persona muy lenta–, me di cuenta de que, en realidad, mi pobre amigo no había cambiado en nada: Como antes, ahora tampoco sabe lo que quiere. Por eso se aferra con desesperación a una imagen y a una identidad prestada, porque no tiene una propia.
Rompiendo mi costumbre, seguí pensando durante un par de días. Durante ese tiempo, me crucé con un tipo de saco y corbata, un chico vestido como un rapper neoyorquino, un pibe con el flequillo cortado con el hacha de un verdugo medieval, un viejo con boina y olor a naftalina. Todos eran distintos, cada uno tenía una identidad diferente que se manifestaba en su forma de vestir. Pero tal vez, en su interior, no sé, fuesen todos iguales.
Pienso en Jesús. No sé exactamente cómo era físicamente, pero me lo imagino como todo el mundo: Pelo largo, cara angulosa, ojos mansos. Vemos, una persona como cualquier otra, pero que sin embargo era distinto. No se peinaba de determinada manera, ni se sentía de otra, ni usaba palabras extrañas. No, era más bien un tipo sencillo, que hablaba para que todos lo entiendan y parecía uno más.
Pero lo fantástico, lo realmente cautivante, es que en su interior Jesús era muy distinto a los demás. El sabía que era diferente de la manera más radical y definitiva, porque había elegido vivir de una manera distinta.
¿Buscás ser diferente? ¿Querés ser distinto? Te estoy hablando de un cambio radical, no sólo de tirar los jeans negros y cambiarlos por chupines fluor. Te estoy hablando de cambiar en serio. Te estoy hablando de acercarte a un rebelde con todas las letras, el único que fue distinto en serio.
Como me gusta decir: Probar no cuesta nada, y se puede ganar mucho. Es la apuesta perfecta.
¿Por qué no hacerla?
Ezequiel.
Buenísima la carta Eze, me encantó.
ResponderBorrarSaludos!
Dani M.
Muy buenas ambas cartas Eze, muestran de una forma muy sencilla lo que querès transimitir.
ResponderBorrarSaludos por aquii
Heidi
Ya aprendi a poner el nombre aca asi no tengo anonimo! menos internet tengo, ja.
ResponderBorrarMuy buena la carta sobre cannabis, estoy muy colgada, lo suficiente como para darme cuenta recien ahora q eso tambien se convirtio en una moda y que ademas se llama cannabis, yo lo veia como algo re comun. No por lo de la marihuana y lo que implica el consumo, sino porque desde que tengo memoria está en todos lados y no le daba ninguna relevancia mas q pensar: ah, un rasta....
Esta muy bueno que la carta sea dirigida mas que nada a la repercución de la moda de cannabis que a lo que esta gente ya tiene mas que sabido pero le resbala (que son los efectos de consumir eso). Por eso me parece bastante original tu crítica.
Saludos!
Hola Dani. Lo aprendiste a poner así por el blog de Los Pibes. Ya no sos una campesina xD
ResponderBorrarVolviendo a lo serio, me alegra que las cartas de Eze les gusten y les sirvan. Ese es el objetivo del Zoo Urbano.
Saludos!